O cardeal alemão Paul Josef Cordes, presidente emérito do Pontifício Conselho
Cor Unum, veio a terreiro acerca das recentes declarações aos meios de
comunicação do cardeal Reinhard Marx, presidente da Conferência Episcopal Alemã
e do bispo de Osnabrück, Franz-Josef Bode, na assembleia geral dos bispos
alemães de Hildesheim. O cardeal adverte:
«nem um cardeal pode separar a pastoral da doutrina
com um golpe de mão, a não ser que queira passar por cima do sentido de fé
vinculante das palavras de Jesus e das proposições vinculantes do Concílio de
Trento».
Pelo seu interesse, reproduzimos o mais importante do texto do cardeal
Paul Josef Cordes.
De
entre lo discutido en la última asamblea general de los obispos alemanes, se
han hecho públicas unas declaraciones de su presidente que no han sido ni
documentadas ni desmentidas por la secretaría de la Conferencia Episcopal
Alemana. Como las palabras del más alto representante de los católicos alemanes
poseen carácter orientador y además han tenido repercusión en los medios, es
razonable discutir públicamente algunas de las opiniones manifestadas, incluso
para limitar la confusión que aquí y allá han provocado.
Situación lamentable del catolicismo en Alemania
En estas declaraciones, observaba el presidente de la Conferencia
Episcopal Alemana que, en la Iglesia universal, hay ciertas expectativas con
respecto a Alemania. Esto ya es asombroso. Una encuesta de la fundación
Bertelsmann reveló que sólo el 16,2% de los católicos de Alemania
occidental creen en un Dios todo poderoso como un interlocutor personal; el
resto de los católicos identifican a Dios con una providencia sin rostro, un
destino anónimo o una fuerza primordial. O lo niegan simple y llanamente. En
realidad, no tenemos ningún motivo para distinguirnos por nuestra fe
frente a las Iglesias de otras naciones.
Deformaciones teológicas del cardenal Marx
No sólo sorprende la particular estima que supuestamente se le adjudica
a la Iglesia Alemana dentro del catolicismo. Aún resultan más extrañas
las deformaciones teológicas y las afirmaciones con las que el
presidente de la Conferencia Episcopal declara de forma lapidaria: «No somos
una filial de Roma. Cada Conferencia Episcopal es responsable de la pastoral en
su área cultural y debe anunciar el Evangelio ella misma como parte de su
propia y primordial tarea». Como experto en ética social quizás el Cardenal
Marx entienda mucho de la independencia de las filiales de las grandes
empresas. Sin embargo, en el contexto de la Iglesia, semejantes
declaraciones son más propias de una tertulia de bar.
Las palabas de Cristo y Trento son vinculantes
Qué se esconde detrás de esa «responsabilidad» sobre la «pastoral del
área cultural»? En cuestiones tales como la nueva edición del Gotteslob (libro
de cantos oficiales que se facilita en cada iglesia alemana, N. del T.) o la
decisión acerca del recorrido de la peregrinación a Altötting (santuario
mariano bávaro, N. del T.), el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana
es sin duda competente. Sin embargo, el debate sobre el problema de los
separados y vueltos a casar es algo muy distinto. Esta materia está unida al
corazón de la teología. Ahí ni tan siquiera un cardenal puede separar
la pastoral de la doctrina con un golpe de mano, a no ser que quiera
pasar por encima del sentido de fe vinculante de las palabras de Jesús
y de las proposiciones vinculantes del Concilio de Trento.
Complejo antirromano
El crucial sentido de comunidad, que es un fundamento
teológico-espiritual de carácter central para la Iglesia, aparece claramente en
sus declaraciones de Hildesheim como algo sin importancia. Y ello a pesar de
que los obispos, en su ordenación episcopal, prometen expresamente mantener la
«unidad con el colegio episcopal bajo el sucesor de Pedro». La frase: «No
podemos esperar hasta que un sínodo nos diga cómo tenemos que organizar aquí la
pastoral del matrimonio y de la familia» ciertamente no está inspirada por
el espíritu eclesial de la communio. Así, este «complejo
antirromano» no es ni mucho menos la invención de un escritor, sino una
realidad propia de las latitudes septentrionales, dotada de fuerza centrífuga.
En cualquier caso, es altamente destructiva para la unidad de la fe.
El cadenal Marx no está solo en su deriva
Por otra parte, no es menos cierto que el cardenal Marx no está solo. El
presidente de la comisión de pastoral de la Conferencia Episcopal, Monseñor
Franz-Josef Bode, ha acudido en su ayuda con la exigencia de que
pastoral y dogmática se enriquezcan mutuamente. Esto supondría un
discernimiento «históricamente importante», que él califica ni más ni menos
como «cambio de paradigma». Para ello, Monseñor Bode no duda en utilizar la
constitución conciliar Gaudium et Spes, que dice que no hay «nada
verdaderamente humano que no encuentre resonancia en su corazón (de los
discípulos de Cristo)».
De lo anterior, Monseñor Bode deduce que «no solamente el mensaje
cristiano debe encontrar resonancia en el hombre, sino que los hombres deben
encontrar resonancia en nosotros». Y se pregunta: «¿Qué relación sigue teniendo
hoy la doctrina de la Iglesia con la vida cotidiana de las personas? ¿Tenemos
suficientemente en cuenta las experiencias concretas de las personas para
incluirlas en la doctrina? No se puede permitir que doctrina y vida marchen
totalmente por caminos distintos». Sin embargo, el intento de derivar contenidos
de la fe a partir de la experiencia vital no es tan nuevo como aquí se pretende
afirmar, y en absoluto puede reivindicar como suya la expresión «cambio de
paradigma».
Patético atajo
Durante las discusiones del Concilio acerca de la relevancia para la fe
de los fenómenos sociales o eclesiales, se produjo un debate sobre la expresión
bíblica de los «signos de los tiempos». La discusión de los padres
conciliares llegó a la conclusión de que, en definitiva, sería errado
considerar esos «signos de los tiempos»de la vida del hombre como una «fuente
de la fe», de modo que descartaron expresamente el patético atajo de
considerar que los fenómenos que desafían a la Iglesia fueran, como tales, una
fuente de fe (locus theologicus).
Los obispos en Alemania no son la fuente de la fe
La constitución conciliar sobre la divina revelación, por su parte,
enseña sin ninguna duda que la fe de la Iglesia Católica se alimenta
exclusivamente de la Sagrada Escritura y de la Doctrina de la Iglesia. Incluso
independientemente de lo establecido por esta inequívoca instrucción, resultaría
paradójico querer otorgar la función de fuente de la fe a un pequeño grupo de
miembros de la Iglesia que viven en una situación tan espiritualmente
lamentable como objetivamente irregular.
A la mayor parte de los miembros practicantes de la Iglesia no les
afecta este problema directamente. Ojalá los pastores que se reúnen en Roma en
otoño sepan dar también a estos hombres y mujeres una guía sobre cómo arraigar
cada vez más profundamente su matrimonio en la fe en Jesucristo, para que
puedan ser para muchos de sus contemporáneos testigos del poder de Dios en la
vida de las personas. Quizás los padres sinodales puedan incluso
mostrar su aprecio a todos aquéllos que, por fidelidad a la promesa matrimonial
otorgada en su momento, no han contraído ningún nuevo enlace.
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